(EB-Lima 15 de mayo de 2009)
Esa virreinal historia que nuestra ciudad huele a clavo y canela, o que es la ciudad jardín, es un cuento que ha quedado en las páginas rotas de una historia de la utopía. Hemos crecido como ciudad, desmesuradamente. Nadie educa al que llegando de lejos, se preocupa más por el sustento de cada día que por respetar la ciudad que es la gran casa de todos. Así crecemos, estudiamos, trabajamos y nunca miramos ni en nuestra propia vereda para descubrir lo mal que andamos.
Interesante pues, me parece la iniciativa de los vendedores y propietarios del Mercado de Frutas del Agustino, quienes preocupados por la zona donde se ubican, han utilizado una de las orejas del trébol de Nicolás Arriola para sembrar nada menos que árboles. Lamentable sin embargo, los pinos que perteneciendo a la oreja del distrito de San Luis, mueren de pie cada día por la falta de riego y la presencia de desvalidos personajes de la miseria.
Nada que decir de las otras dos orejas del mismo trébol, donde campea la suciedad, la basura, y el olvido total de las autoridades de las municipalidades de Lima y Ate, quienes no sólo se han despreocupado de sembrar, regar mantener y los pocos desordenados y nada estéticos jardines que hay, sino que los tienen a su abandono.
Lima es una ciudad sórdida en el tratamiento a parques, jardines y alamedas. La falta de cultura campea de sur a norte y de este a oeste. Son culpables las autoridades que deben educar, informando a la gente el por qué es conveniente mantener árboles y zonas verdes en una capital donde el smog y otros males son pan de cada día. La Alameda de los Descalzos, el Paseo de Aguas y el trébol de la Av. Caquetá en el Rímac; la Quinta Heeren, la Plaza del Hospital Dos de Mayo y la Plazuela de varias iglesias de los Barrios Altos; las Plazas Unión, Dos de Mayo y Bolognesi en Lima Cercado; el trébol de la Av. Javier Prado y otros tantos lugares de nuestra ciudad permanecen olvidados por la burocracia. Poco o nada se hace para que aprendamos a sentirnos orgullosos de nuestra primera ciudad.
No quiero comparar Lima con otras urbes de Europa o Estados Unidos de Norteamérica en cuanto a ello, pero también es cierto que con el cuento de que “nunca llueve”, encontramos buena disculpa para dejar algo tan importante como el verde ante nuestros ojos. Hay muchos ejemplos de iniciativas que se han realizado gracias al empeño de las autoridades como el mal llamado “alcalde jardinero” por sus enemigos políticos don Alberto Andrade Carmona, quien inició esta preocupación natural por tener una ciudad de nivel. Luego ha continuado el actual alcalde señor Luis Castañeda Lossio, sin dejar de lado a alcaldes como el señor Orrego, Belmont y algún otro cuyo nombre se me escapa.
Mucho se ha avanzado la jardinería en Lince, Jesús María, Barranco, Miraflores, San isidro y Lima, pero sería excelente que otros alejados y modestos distritos educando a adultos pero sobretodo a los escolares, pudieran establecer un sistema de cultivo, riego y mantenimiento para un distrito mejor.
Debemos aprender a vivir en una ciudad limpia, cuidada, protegida contra delincuentes, borrachos y drogadictos; pero, también en una Lima que presenta a la gente de modestos estratos sociales, la posibilidad de actuar entusiasmados, alegres y prósperos en una ciudad que en pleno siglo XXI le ofrece un paisaje mejor para desenvolverse con alegría,…simplemente humana
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