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lunes, 20 de diciembre de 2010

SIEMPRE HAY UNA NAVIDAD

SIEMPRE HAY UNA NAVIDAD

(EB-9 diciembre 2010)




Atrás quedaron los regalos. Esos que directamente de los Estados Unidos de Norteamérica llegaban a nosotros, gracias a la empresa americana donde trabajaba nuestro padre. Entonces en la Nochebuena, disfrutábamos del clásico pavo, los tamalitos verdes, la ensalada, el champan, los vinos, la conversación luego de los abrazos, la alegría sin llegar a exageraciones, ni exceso en las bebidas. Naturalmente, antes de levantarnos de la mesa, solíamos consumir el clásico chocolate con panetón. Nuestro árbol crecía en luces y adornos, como fue creciendo también nuestro amor por los niños que nacieron en nuestra familia y en nuestro barrio. Construíamos amor para todos, y creábamos sueños flotantes para dar felicidad de cerca y de lejos. Teníamos una extraordinaria rapidez para envolver el regalo para quien llegando a casa, no disfrutaba de nada en la suya. Mamá se lucía con la(s) empleada(s) en su cocina con la independencia que siempre disfrutó, para regalarnos la exquisitez de sus manjares. Nada era limitado entre los invitados que caían a casa esa noche, llevados por nosotros o invitados por nuestros padres. Para todos había espacio, alimento, pero sobre todo mucho afecto. Así fuimos creciendo en la tradición de la navidad, en la continuidad de nuestras creencias, en la relación amical con los demás, en la culminación cercana del año y la llegada del nuevo.


Personalmente, nunca soñé con ningún juguete o regalo para navidad, como hasta hoy. Me siento y disfruto igual de un objeto. Me atrae más el gesto, la entrega, el sacrificio, lo que hay detrás de un regalo, de la sorpresa al abrirlo y encontrar lo que la persona pensó para darme. Y eso es maravilloso. El sólo imaginar que alguien se acuerda de uno, y busca un presente navideño, ya es el mejor regalo que podemos recibir.


La navidad tradicional cuando era niño, consistía en disfrutar en las casonas limeñas de los grandes nacimientos que solían ocupar, en muchos casos, la totalidad de habitaciones de la misma. Era una competencia de “Belenes o Nacimientos” entre las casas del vecindario y el que construían en la parroquia cercana. Olvidando distancias sociales, se hacía recorrido o visitas a cada casa donde estaba el nacimiento, se cantaba y oraba y los dueños de casa obsequiaban con algún brebaje o dulce de la festividad. Posteriormente, se haría en los primeros días de enero la “Bajada de Reyes”, que es una fiesta también de tradición cristiana, sobre todo en los países europeos. La misa de Nochebuena se celebraba para prepararnos espiritualmente para el acontecimiento. Después llegábamos a casa y departíamos con la familia la cena acostumbrada, no sin antes abrir paquetes y descubrir los regalos.


Pero las contradicciones se empezaron a dar con el transcurrir del tiempo. La aparición de costumbres foráneas negativas, la comercialización de la festividad, un futurismo mal interpretado, y la frialdad de la computadora que muchos siguen adquiriendo para su propio cerebro. La navidad no es la fiesta del matemático gasto de la tarjeta de un banco, el agotamiento de nuestros recursos económicos para empeñarnos en pagarla hasta la navidad próxima, la seducción a nuestros agasajados a través de un regalo costoso, el conflicto que significa regalar a unos y privar del regalo a otros que tal vez más lo necesitan o valoran, etc. La fiesta caerá de más a menos, cuando se siga comercializando el concepto primordial de la misma; cuando la ruptura entre lo espiritual y lo material abra paso a la petrificación del sentir. La energía que demanda prepararse psicológicamente para la navidad, implica que desprovistos de toda amenaza hacia lo religioso, no podemos celebrar la navidad si no entendemos de una vez por todas, que es la fecha que recordamos el nacimiento de Jesús.


La navidad sin Jesús, no es una fiesta cristiana. Y si lo hemos dejado de lado en su cumpleaños, hemos dejado también de lado al hombre que es una imagen a su semejanza y su capacidad de pensar, inteligentemente. Porque es una fecha propicia para entender, perdonar, olvidar, atender, comunicar, unir, sumar, abrazar, saludar, avanzar…


Ahora cuando llegue la navidad, por cultura, debemos respetar la individualidad de Jesús, la personal creencia sobre la religión y la fe, la alegría que produce en los seres humanos y particularmente en los niños, el saber que el mérito de Jesús radica en su humildad. En su capacidad de renunciar para nacer en un humilde pesebre. Y que reinventándolo cada navidad, nosotros debemos unificarnos en la celebración cristiana, para crecer en la bondad de nuestro propio corazón….allí en lo más profundo…donde se encuentra el verdadero hombre.


FELIZ NAVIDAD CON JESÚS!






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