LABORALES EN SIGLO XIX

LABORALES EN SIGLO XIX

(EB-9 marzo 2011)

Hay veces la vida se torna insoportable, cuando te das cuenta que quieren manipularte, o mueve los hilos el titiritero para engañar a los demás que está haciendo algo bien. Eso sucede con frecuencia en la vida diaria, pero se ha hecho habitual en los trabajos.

Las personas conocen sus obligaciones, saben sus límites y es suficiente para que el rendimiento en su empleo sea el adecuado. Querer someter el acto, en disciplina monacal o castrense, es una costumbre cada vez más actual en las autoridades. Jefe que no goza de simpatía en los subordinados, que tiene inseguridad en su actuar, y que teme perder su sustento económico, actúa de manera rígida con sus subalternos, el mismo que debe permanecer desarticulado para que cada ingreso a sus labores, sea armado con órdenes diferentes a cada hora.

Es una práctica que el Ministerio de Trabajo y las instituciones que tienen que ver con las tareas laborales, o se hacen de la vista gorda, o son cómplices del maltrato. Si eres contratado para cumplir una determinada función, no está bien que realices otra, ajena a tu contrato. Nadie se le ocurre que vas empleado como médico en un centro de salud, y una mañana terminas haciendo de lavandera en la zona de limpieza. Tampoco debes realizar varias tareas por el precio de una. Es decir, nadie en su día de trabajo debe ser maestro, auxiliar, cuidador de patios, controlador en la puerta de ingreso y salida de los alumnos, etc.

Sin duda hay que poner los puntos sobre las íes, porque lo que puede ser una actividad accidental, suele convertirse en permanente. Eso me trae a la memoria mi experiencia como “tecnólogo” en el Plan Huascarán del Ministerio de educación. Se me contrató para escribir y diagramar un libro de mi especialidad a los alumnos de Plan a Distancia, es decir, de todo el Perú. El primer día que llegué a realizar mi trabajo, me encontré con esos jefes que se pasan la vida(sobre todo en instituciones del Estado), mandando a leer, escribir, sintetizar, copiar, etc. documentos improvisados, en muchos casos repetitivos, intrascendentes. La computadora que se me asignó, después de varios minutos marcaba en pantalla el signo o letra escrita en el teclado. Mientras la señora que era la supuesta “jefe” de los “tecnólogos”, pedía informes cada día de la tarea realizada por cada uno de nosotros, estadísticas de la topografía del vuelo de las moscas en un séquito matrimonial en Alaska, la superficie geográfica de el basamento de las construcciones griegas…y tonteras parecidas. Hasta que un día, opté por hablar con la máxima autoridad y le pedí me autorizara realizar el trabajo por el que fui contratado en mi casa (Acá tengo computadora, biblioteca, teléfonos, etc. para una mejor investigación).Finalmente entregué el trabajo para lo que me habían contratado, recibí las felicitaciones del caso y el pago de mis servicios. Y colorín colorado…Lo más hermoso es que me deshice de la supuesta jefa que lindaba entre la ociosidad y la estupidez.

Hay veces los jefes actúan de manera equivocada porque solemos ser sumisos y bajamos la cabeza para aceptar las indicaciones, sabiendo en el fondo que estamos siendo humillados, maltratados por el hecho de contar con un puesto de trabajo y recibir un pago por ello.

Es bueno que cuando aceptamos un trabajo, se especifique cuáles son nuestras obligaciones y cuáles no, le llaman Manual de Funciones, pero en muchos jefes eso no existe. De qué sirven los Curriculum Vitae, si al final terminas haciendo algo para lo que no estás preparado, ni se te ha contratado.

En mi trayectoria laboral, sigo viendo que en los centros laborales donde funciona la explotación, el maltrato, la relación tensional, la angurria por los ingresos económicos, la ecuación pitagórica sobre las utilidades, la mano de obra del cholo barato, el servilismo, la imaginación malévola para el subordinado…terminan en un último nivel de aprobación y decadencia. Las instituciones decaen, desaparecen o pierden el prestigio que en alguna vez pudieron o alcanzaron.

Espero que la llegada de los políticos que nos prometen de todo, sirva para que la comunicación entre empresarios, jefes y empleados o subordinados sea más cercana, más frecuente, más respetuosa, más eficaz sin llegar a indefinidas situaciones de cada cual y que el servilismo no regrese al siglo XIX, porque sería catastrófico y ocasionaría batallas interminables donde el capital, la infraestructura pero sobre todo el ser humano serían los más perjudicados.