UN LUNES CUALQUIERA

UN LUNES CUALQUIERA

(EB-15 de agosto de 2011)

Una mañana de lunes, cuando el frío es intenso y la lluvia ha mojado toda mi vereda. Allí están las calaminas de mi taller empapadas y brillantes por las gotas posadas como en una playa .Es un día pesado porque tienes que olvidarte del descanso para empezar nuevamente el trabajo. Al menos, en una época como esta, es un privilegio tener un trabajo, y eso te desestreza para continuar la tarea de bañarte, vestirte y tomar la primera movilidad que te acerque a tu centro de labores.

El camino te ilustra como en una película lo que es tu ciudad. Autopistas y casas viejas, árboles y jardines confundidos con la basura del día anterior aún sin recoger. Carros de todo tipo, toda marca, todo tamaño. Unos nuevos renovando el parque automotor y otros, desastrosos recuerdo de antaño. Llegas al trabajo luego de una caminata de cinco minutos, allí la primera sonrisa, el primer saludo, el hermoso gesto, es decisivo para tu tarea. Siempre es agradable encontrarse con alguien que te obsequia una mirada, o algún gesto que te recuerda que existes y que el mundo está poblado por humanos educados, solidarios y encantadores.

Y luego mantenerte alerta para que sirva tu entrega, Para que el descanso posterior de la tarde sea oportuno y justificado. Es como un actuar diario, donde aprendemos a ser actores de un teatro inexistente pero presente. Somos como actores interesados en que el mundo marche no sólo bien, sino mejor cada día. La tarea de un maestro siempre es oportuna. Sobre todo en época como esta donde los padres suelen por lo general, perder el control de los hijos. Es allí donde el afecto de los chicos pasa a los educadores, a quienes no olvidarán por el resto de sus días.

La evaluación al docente es cada vez más exigente. Es indiscutible que hay de todo. Hay los que llegan a su centro de trabajo y hablan por los celulares todo el tiempo, los que se duermen en inexplicable situación, los que eluden su responsabilidad ausentándose por cualquier pretexto, los que inventan mil y una razón para no asistir, y los que son aplaudidos por su entrega. Yo creo tener un poco de cada uno de ellos, y ser valorado por mis alumnos y las instituciones para las que trabajo, me libera del pecado tan común en los docentes de nuestra época.

No hay nada que me motive cuando un alumno es irrespetuoso, mentiroso, y se queja de todos. Sé que es un recordatorio al departamento de psicología, para que solucione el problema. Algo que no me gusta hacer, es ingresar en el ego de mis alumnos para decirles lo feliz que sería si limara ciertas malformaciones psicológicas en su comportamiento. Sobre todo a mis alumnos menores del colegio, porque a los mayores me es más fácil hacerles entender que hay comportamientos y malos comportamientos.

Hoy que el mundo cambia tan radicalmente de un día a otro, poco pueden hacer los educadores por cambiar los problemas que trae el alumno de su entorno, su hogar, su vida personal interior y exterior. Sólo queda el hablarle y llegar a él con el mejor de nuestros propósitos. Hay veces el silencio frente a él, es mejor que mil palabras.