EL SEÑOR DE LOS MILAGROS

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EL SEÑOR DE LOS MILAGROS

(EB-18 de octubre de 2011)

Ningún peruano católico o no, es ajeno a la devoción del Señor de los Milagros. No importa si lo conocemos por otro nombre: Cristo de Pachacamilla (por del antiguo barrio donde se ubica su templo), Cristo Morado(por el color del hábito de las religiosas que lo cuidan), Cristo de las Maravillas(por la proeza de sus milagros), Cristo Moreno (por predomino de sus creyentes de raza negra)o Señor de los Temblores(por su auxilio en los movimientos sísmicos de la ciudad)…lo cierto es que está en el antiguo templo de las monjas nazarenas el muro que pintó en época del virreinato un negro esclavo congoleño de nombre Pedro Dalcón, allí en el que ahora es un templo de estilo rococó, con planos hechos por el propio virrey Amat, según cuenta la tradición.

Peruanos en el país y en el mundo veneran esta imagen reproducida por artistas de todas las épocas en los lienzos que pasean en procesión por la ciudad. Considerada una imagen milagrosa, es motivadora de la fe de los peruanos de siempre. Es la manifestación de fe cristiana más concurrida después de la Semana Santa de Sevilla(España).No hay ciudad en el mundo, donde los peruanos al mudarse a ella, no le rindan culto tanto como a nuestra bandera.

Los devotos se visten de morado para expresar su más cercana alianza con la fe. Dicen que al quedar una mujer viuda en Guayaquil, por un matrimonio obligado, vino a Lima y se convirtió en la Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundando el beaterío de Las Nazarenas, y cuyo hábito era de color morado propio de la túnica nazarena. Las beatas y religiosas de su congregación se dedican desde entonces a mantener el cuidado del Cristo de los Milagros cuya imagen sale en octubre de cada año, por el cual se le denomina “mes morado”.

Junto a la procesión se apoya en la festividad la existencia del Turrón de Doña Pepa, el engalanado de las calles por donde pasará la imagen, la iluminación de grandes cirios, miles de flores en ramos y coronas, el canto tradicional de las fieles devotas y el aroma de sahumerio. Salida la procesión en su recorrido, miles de devotos derraman lágrimas de emoción pidiendo o agradeciendo el milagro. A las canciones sigue el silencio para descanso de los cargadores del anda y luego se rompe este, cuando se toca la campanilla continuando el recorrido.

Los más ilustres personajes de la política y de la iglesia le rinden culto, igual las fuerzas armadas y policiales, con un fervor que sólo nos deja callados. Su paso por los hospitales y sanatorios, su parada en determinados lugares, evocan la realidad que nos gana a pesar de la aparición de muchas sectas extrañas, que somos un pueblo de tradición católica desde nuestros inicios…y que a pesar que como humanos cometemos errores, siempre está la fe que abre las puertas de nuestra verdadero paraíso.